Unas imágenes de radar tomadas hace más de 30 años, revelaron la prueba más concluyente de un volcán en erupción en Venus, el planeta gemelo de la Tierra que, su superficie roza los 500 grados, y es suficiente para fundir el plomo.
En 1991, la sonda Magallanes de la NASA —bautizada en honor al navegante enviado por España en el siglo XVI en la expedición que dio la primera vuelta al mundo— cartografió la superficie de Venus usando un radar. Las señales de radio atravesaron las espesísimas nubes y desvelaron la orografía en tres dimensiones. La humanidad contempló un planeta plagado de volcanes, aunque era imposible saber si estaban activos o eran reliquias geológicas de un pasado remoto.
Magallanes batió de largo el récord de información enviada a la Tierra desde otro planeta: 1200 gigabytes, más que todas las misiones anteriores juntas. Hoy se antoja una cantidad irrisoria, pero lo cierto es que algunas de las imágenes de radar eran tan pesadas que durante mucho tiempo no fue posible analizarlas en detalle con computadoras convencionales, explica a este diario Scott Hensley, investigador del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.
Hace unos años, este físico empezó a comparar las imágenes de la Magallanes tomadas en dos pasadas sucesivas por el mismo lugar hechas en febrero y octubre de 1991.
Los resultados, publicados ahora en la revista Science, podio de la ciencia mundial, aportan la mayor prueba hasta la fecha de que la Tierra no es el único planeta del sistema solar donde hay volcanes activos.
En las imágenes de la primera pasada, la sonda retrató una fisura volcánica de unos dos kilómetros cuadrados y una profundidad de 175 metros, como un rascacielos de 58 plantas. Cuando la nave volvió a pasar por allí ocho meses después, la grieta había duplicado su tamaño y parecía haberse llenado hasta los bordes de un material que —piensan los científicos— no puede ser otra cosa que lava.
La roca fundida habría cubierto una superficie de casi 70 metros cuadrados, más o menos el doble que la erupción del volcán Kilauea, en Hawái (Estados Unidos), en 2018, resalta el estudio. La nueva erupción está en las faldas del Maat Mons, el volcán más alto de Venus, que se pensaba extinto.
Robert Herrick es geofísico de la Universidad de Alaska en Fairbanks ,y coautor del estudio. “Hasta ahora había pruebas indirectas de vulcanismo en Venus”, explica. “Hay indicios de reacciones químicas que apuntan a erupciones y otros datos geológicos de actividad, pero no se podía saber si sucedieron hace miles de años o están pasando ahora mismo.
Nuestro trabajo muestra una nueva estructura volcánica que se formó en ocho meses de 1991 y es la prueba más concluyente de una erupción en el planeta”, destacó Herrick.
Con estas pruebas, Venus se convertiría en el segundo planeta del sistema solar con volcanismo activo junto a la Tierra. A estos dos se suma Ío, luna de Júpiter, el cuerpo más activo de todo el sistema solar, donde hay cientos de volcanes que escupen fuentes de lava a varios kilómetros de altura.
En diciembre se anunció el descubrimiento en Marte de una zona volcánica activa tan grande como toda Europa y que podría entrar en erupción en cualquier momento.
Iván López, geólogo planetario de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, es experto en geología venusiana y participa en la misión ExoMars de la Agencia Espacial Europea. “Venus y la Tierra nacieron siendo gemelos”, indicó.
“Tienen prácticamente el mismo tamaño y la misma composición. Es posible que Venus incluso tuviese agua. Pero algo sucedió que desencadenó un gran efecto invernadero . Todos los expertos en Venus, pensamos que hay volcanes activos, pero lo cierto es que no ha habido hasta ahora pruebas concluyentes. Sí sabemos que este planeta no tiene tectónica de placas como la Tierra. Así que entender cómo es posible que haya vulcanismo sin placas nos puede ayudar a entender mejor un mecanismo alternativo del volcanismo e incluso detallar cómo se originó la tectónica en la Tierra, que es imprescindible para que sea habitable”, explicó.