La especulación internacional surgió tras conocerse el calendario de actividades del Papa, que reavivó la expectativa no sólo de nuestro país, sino también de Uruguay que visitaría en la misma ocasión.
La fecha está condicionada al estado de salud del Pontífice, quien lo decidirá a su vuelta de un extenso viaje de once días a tres países de Asia (Indonesia, Timor Oriental y Singapur) y uno de Oceanía (Papua Nueva Guinea).
El hecho de que Francisco haga depender la decisión de visitar su patria solo de su condición física significa que quedó de lado una situación que demoraba su venida: la fuerte polarización política en la Argentina. A su juicio y el de la secretaría de Estado del Vaticano -que evalúa la factibilidad de los viajes papales-, la grieta era un escollo porque todo lo que dijese e hiciese en su tierra sería motivo de polémica dado que se le achacó afinidad con el kirchnerismo. Por lo tanto, en vez de contribuir a la unidad, su viaje sumaría discordia.
El cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, lo acaba de decir de otra manera: “La visita del Santo Padre no depende de quién sea el presidente de la nación, sino de su condición física”.
Respecto de su salud, se sabe que Jorge Bergoglio, de 87 años, padece movilidad reducida por una microfractura en una rodilla, a lo que se suma artrosis, que determinó en los últimos años que deba utilizar una silla de ruedas. Ocurre que no quiere operarse porque le costó mucho recuperarse de la anestesia por una cirugía por divertículos en el colon a la que se sometió en 2021.
Además, padece con frecuencia de bronquitis, especialmente cuando llega el invierno, que lo obliga a suspender actividades.