Al cumplirse mil días de la invasión armada a Ucrania ordenada por el presidente ruso Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022, el mayor ataque militar convencional en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, ha dado un giro violento en las últimas horas, y el panorama que se avizora desde el teatro de operaciones y desde los puestos de observación y análisis del conflicto armado vuelve a ser sombrío.
El mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski, no tardó en declarar que “los misiles hablarán por sí solos”, anticipando que el suministro de estas armas permitiría a Ucrania golpear puntos neurálgicos del Ejército ruso, como centros logísticos y pistas desde donde despegan los bombarderos enemigos.
El Ministerio de Defensa ruso informó que Ucrania disparó los primeros seis proyectiles autopropulsados estadounidenses contra Briansk, ciudad rusa ubicada a unos 380 kilómetros al sudoeste de Moscú.
El comunicado oficial da cuenta de que cinco de ellos fueron interceptados por la defensa antiaérea, pero los fragmentos de uno de ellos cayeron en una instalación militar no especificada, provocando un incendio.
El ataque con misiles a Briansk sorprendió a analistas militares. En tanto, Una cadena de televisión de Rusia publicó imágenes de cómo sería un ataque nuclear del Kremlin a varios puntos de Europa y a cuáles países Moscú tendría “en la mira”: Francia, Alemania, Austria, Polonia, Reino Unido, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania.
Suecia, Noruega y Finlandia, tras abandonar su tradicional neutralidad para unirse a la alianza atlántica, acaban de emitir guías de preparación civil, dando instrucciones a sus ciudadanos sobre cómo prepararse para afrontar una eventual guerra, aunque sin mencionar explícitamente a Rusia.
La guerra en Ucrania, que comenzó con la violación flagrante de la Carta de la ONU por parte de Rusia al invadir territorio vecino –al igual que la decena de conflictos armados activos en el mundo– parece no tener fin a la vista.
Así las cosas, la amenaza de una guerra a mayor escala en Europa central sigue latente, y el riesgo de una expansión geopolítica, que involucra a otros actores externos y a potencias nucleares, aumenta las probabilidades de que la contienda no solo siga devastando Ucrania, sino que se convierta en un conflicto global con consecuencias impredecibles para la paz y la seguridad internacionales.